No
fue así. Cuando les llamo «indecisos» quiero decir que algunos no habían
alcanzado el fin de su proceso intuitivo. Recuerden que no todos los ángeles
piensan a la misma velocidad, como diríamos. Unos ángeles pueden mantener un
número mayor de intuiciones y de aprehensiones en su intelecto comparados con
otros ángeles. Y el espacio entre una intuición y otra crea un sentido de “tiempo”
bien distinto al nuestro ya que el nuestro fluye de la entropía.
El
espacio entre una intuición y otra en la mente angélica marca su “reloj”, su
propio «cronómetro». A ese estadio de tiempo angélico se le llama el «evo».
Resulta que, en cierto modo, cada ángel tiene un reloj que marca el evo de modo
distinto al de otro ángel.
Así
pues, hubo ángeles que llegaron a ser malos de modo más rápido que otros más
lentos. Quienes llegaron a ser malos por sí mismos sin ser tentados ahondaron
en su mal. Los primeros se pusieron entonces a tentar a los más lentos.
Repito,
todo depende de cómo un ángel dado vio a Dios, si como a su Creador o su
injusto oponente. Los buenos empezaron a ahondar en Dios, los malos a
deslizarse al mal. Los buenos resistían a los segundos por la gracia y los malos
no aguantaban a los primeros porque en ellos Dios se les hacía más manifiesto y
la presencia de Dios hiere a los malos.
Cuando las filas de unos y otros se completaron, lo que les quedaba a los ángeles malos era la invectiva, blasfemia, inmundicia, impureza y bajeza que proyectaban ruidosamente hacia los buenos. La guerra llegaba a su punto culminante.