Dios
compartió su autoridad de las cosas sobre la tierra con el ser humano (Génesis
1:28). El hombre y la mujer habían de tratar los otros seres de la biosfera
con el mismo respeto y amor con el que Dios los había creado. Luego no fue así.
El pecado lo habría de desfigurar todo. Lo veremos después.
La tierra
entonces es la creatura de Dios. No hay «Gea» ó «Gaia». No hay «Pachamama». La tierra nies una deidad, ni
lo son ninguno de sus pobladores. Todos son criaturas de Dios.
Como lo hiciera antes con el cielo, los autores
sagrados demitologizaron la tierra. Nadie es Dios excepto Dios. Ni siquiera el
ser humano es Dios. La igualdad entre los seres humanos es radical. Son iguales
entre sí, no importa el color de su piel, lenguaje, cultura o proveniencia.
Ningún ser humano, o grupo agregado de seres humanos – un pueblo, una
nacionalidad, un gobierno, una sociedad – puede reclamar para así un grado de
lealtad y sumisión igual a la que le debemos a Dios.
El primer ídolo en caer
durante la creación fue el hombre mismo...